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News PRO
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Especialista NFL en Argentina. Además de colaborar en Mundo NFL, conduce su podcast “Siempre Tails”. Fan de Taysom Hill.
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Este domingo, en el Levi’s Stadium, los Niners (6-3) reciben a los Los Angeles Rams (6-2) en la Semana 10, un choque divisional que huele a playoffs prematuros. Los Rams, para mí, comparten el podio como uno de los tres mejores equipos de la NFC (junto a los Detroit Lions y… completen ustedes), con un ataque explosivo y una defensa sólida. Pero en medio de una campaña marcada por lesiones que han diezmado el roster de San Francisco, McCaffrey emerge como el ancla inquebrantable, el único entre las estrellas que se mantiene en pie, inyectando esperanza en un equipo que, pese a todo, sigue peleando por el liderazgo en la NFC West.
La rivalidad entre 49ers y Rams no es nueva; es como un clásico del cine de los 80, con giros inesperados y revanchas constantes. Desde que Kyle Shanahan tomó las riendas, estos duelos han sido batallas de ajedrez, con San Francisco dominando en casa pero luchando por consistencia. Esta vez, el contexto es adverso: los Niners han perdido piezas clave en todas las líneas. Nick Bosa y Fred Warner, dos de los mejores jugadores en sus respectivas posiciones (especialmente Warner, por lejos el mejor LB de la liga) se perderán el resto de la temporada. Brock Purdy, el quarterback de los 50 millones de dólares, no termina de recuperarse de su lesión en el dedo del pie que lo ha sacado de ritmo. Brandon Aiyuk sigue en recuperación de una cirugía de rodilla del año pasado, con daños en ACL y MCL. George Kittle, el tight end todo-terreno, se perdió juegos tempranos por molestias en el hombro y la espalda. Y recientemente, el novato Mykel Williams sufrió un desgarro de ACL contra los Giants, sumándose a una lista que incluye a Jake Brendel (tendón de la corva, cuestionable) y Mac Jones (rodilla). Es una plaga que ha convertido el vestuario en un hospital de campaña, pero el récord de 6-3 demuestra resiliencia: victorias clave contra rivales divisionales y un ataque que, aunque cojea, no se detiene.

En este panorama, McCaffrey brilla como un faro en la niebla. El running back, conocido por su historial de lesiones –desde tendinitis en Aquiles hasta problemas musculares en Carolina–, ha jugado todos los nueve partidos esta temporada, acumulando 168 acarreos para 596 yardas y cuatro touchdowns terrestres. Su promedio de 3.5 yardas por acarreo no es el más alto, pero su versatilidad lo hace indispensable: suma yardas de scrimmage consistentes, con un pico de 24 acarreos para 129 yardas y dos touchdowns en un solo juego. Es el dual-threat perfecto en el esquema de Shanahan, extendiendo jugadas con su visión y recibiendo pases como un wideout élite. En una ofensiva que promedia 874 yardas terrestres en total (con 249 acarreos como equipo), McCaffrey es el motor que evita el colapso, permitiendo a backups como Mac Jones o quien lidere el ataque mantener el ritmo. Sin él, el rushing de los Niners –que rankea bajo en la liga con solo 3.5 yardas por intento– se desmoronaría por completo.
Del otro lado, los Rams llegan con una defensa contra el acarreo que ha permitido 798 yardas en 204 intentos, un promedio de 3.9 por jugada y solo dos touchdowns terrestres. Es una unidad sólida, liderada por jugadores como Kobie Turner y Byron Young, que podría poner a prueba la resistencia de McCaffrey. Pero aquí radica la curiosidad: en una temporada donde las lesiones han sido el villano principal para San Francisco, McCaffrey –el que históricamente ha sido frágil– se mantiene sano. Es como si hubiera invertido el guion, convirtiéndose en el símbolo de esperanza para un equipo que, con un récord positivo, aún sueña con postemporada.
Este domingo no es solo un partido; es una prueba de fuego. Los 49ers dependerán de McCaffrey para abrir huecos, ganar yardas después del contacto y mantener posesiones largas contra una defensa ramsiana que se fortalece en third downs. Si logra explotar mismatches –quizás recibiendo screens o cortando por el medio–, podría inclinar la balanza en un duelo que promete ser cerrado. Para Shanahan, es una oportunidad de ajustar el esquema alrededor de su estrella intacta, mezclando runs con play-action para compensar las ausencias.
En el fondo, esta narrativa trasciende lo númerico: es sobre resiliencia humana en el emparrillado. McCaffrey representa esa esperanza en medio de la adversidad, recordándonos que en la NFL, como en la vida, a veces un solo guerrero puede mantener viva la llama.
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